La transformación de la opinión pública en la sociedad moderna
Habermas analiza cómo se formó la idea de opinión pública en las sociedades burguesas europeas del siglo XVIII. Esta surgió cuando los ciudadanos, principalmente de clase media ilustrada, comenzaron a debatir temas de interés general en espacios como cafés, salones y círculos de lectura, fuera del control del Estado. Estas discusiones crearon una esfera pública donde se compartían ideas y se formaban opiniones colectivas, lo que representó una novedad en la vida política y social de la época.
Este proceso estuvo acompañado por el desarrollo de medios de comunicación impresos como periódicos, revistas y libros. Habermas destaca que la familia burguesa también jugó un papel importante al fomentar una vida privada donde se desarrollaba el pensamiento crítico. Sin embargo, esta esfera pública era limitada: no incluía a todos los sectores sociales. Las mujeres, los trabajadores y las clases populares quedaban generalmente fuera del debate, aunque con el tiempo surgieron formas alternativas como la "publicidad plebeya", que intentaba abrir el espacio público a nuevos actores sociales.

A medida que avanzó el siglo XIX y especialmente en el siglo XX, la opinión pública se fue transformando. Los medios de comunicación de masas, como la radio y la televisión, empezaron a dominar la esfera pública. Esto trajo una pérdida de poder del ciudadano común en la formación de la opinión pública. En lugar de ser un espacio de debate racional y crítico, la opinión pública se convirtió en una herramienta de influencia utilizada por intereses económicos y políticos que buscaban moldear la opinión mediante propaganda y entretenimiento.
Habermas también analiza cómo esta transformación afecta la democracia. Aunque las sociedades modernas son formalmente democráticas, el acceso real a los espacios de deliberación sigue siendo desigual. Los ciudadanos se ven reducidos muchas veces a espectadores en lugar de participantes activos. Según el autor, para que una democracia sea efectiva, es necesario que exista una opinión pública libre y crítica que permita a los ciudadanos influir en las decisiones políticas a través del debate y la participación.
En su reflexión final, Habermas plantea que aunque la opinión pública ha cambiado profundamente, aún hay esperanza para revitalizarla. Reconoce que la publicidad burguesa del pasado no fue perfecta ni plenamente inclusiva, pero cree que es posible recuperar su espíritu crítico. Para ello, se necesita promover una participación más amplia y equitativa, así como medios de comunicación que realmente fomenten el diálogo y el pensamiento crítico en lugar de manipular a la audiencia.